A Pepe Trelles Vamos, Bocha viejo, tan querido, te lo había prometido y aquí estoy, ¿cómo te va? Sé que de silencio estás vestido, pero el alma de un amigo se oye clara por igual. Qué de cosas nuevas que sabrás, los misterios que has entrado a ver: debe ser hermoso, en serio, sospechar la eternidad, sin cuerpo y sin edad. Bocha, vos que tanto me decías que al morir todo termina, de otro modo pensarás. ¿Viste?, hay que tener filosofía, si el dolor de cada día nos insiste en que no estás. Mis ojos se preguntan por qué no te ven más, y siento que se inundan; yo no, ¿por qué llorar? Yo no, porque me digo, no sé si bien o mal, que mientras yo esté vivo, conmigo vivirás. Y ¡qué le vas a hacer! Es duro pero es cierto: yo también un poco he muerto, vamos, Bocha, no aflojés. Siempre, en el café pido dos copas, y al beber la tuya, Bocha, por mi boca conversás. Y, otra vez, me hablás de fantasías, de las pibas, de la guita que ya no necesitás. Porque ahora sos un sabio y yo por tu ser palpito a Dios, y ayer alguien dijo que estoy loco, que hablo solo, y lo miré ¡sabés con qué piedad! Sé que hay que dejarse de macanas, que vivir de la nostalgia no es posible, ¿para qué? Vamos, Bocha viejo, que en la vida nunca hay última partida cuando el lazo aprieta bien. Mis ojos se preguntan por qué no te ven más, y siento que se inundan; yo no, ¿por qué llorar? Yo no, porque me digo, no sé si bien o mal, que mientras yo esté vivo, conmigo vivirás. Y ¡qué le vas a hacer!, es duro, pero es cierto: yo también un poco he muerto, vamos, Bocha, no aflojés.