Un patio de conventillo bajo la parra fulera y una viola milonguera que esgunfia con su estribillo un compadre estilizado salido de los versos de Carlos de la Púa y un lunfardo remanyado, bacán de la ganzúa por pura vocación. Sobre el viejo patio'e ladrillo paran dos pibes un bolón y el encargao del conventillo tira la bronca con razón. Sí pegás de repe no vale, dice el rebolo cascador, porque los pibes del suburbio nunca la ganan a traición. Cien pasiones se prendieron en la antorcha de sus ojos y en sus lindos labios rojos y en las crenchas de su pelo, porque, igual que los gorriones, sus veinte primaveras sangraban en canciones, en el patio proletario, perfumado de diosma, de orégano y clavel. ¡Sobre el viejo patio'e ladrillo tuvo el lunfardo su ilusión y la pebeta del conventillo con su prontuario fue una flor; pero, enceguecido de celos, el otro taita compadrón, sin la nobleza de los pibes, vino de repe y lo mató.