Era una niña rica
que estaba en la Alameda
comiendo una cocada
dulce, pintada y buena.

Cuando un niño pobre
vino a decir quedito:
Dame lo que te sobre
niña bonita, por favorcito!

¿No me das? ¡No, no, no!
Anda sí ¡Oh, que no!
Mira no seas tan mala
dame de tu cocada.

¿No me das? ¡No, no, no!
Anda sí ¡Oh, que no!
Dame y te traigo flores.
¡Ten corazón!

Y con los ojos puestos
sobre la gran cocada
el muchachito hacía
gestos con las quijadas.

Mas la niña elegante,
sin escuchar sus ruegos,
se relamía chocante
con rechupete de mano y dedos.

¿No me das? ¡No, no, no!
Anda sí ¡Oh, que no!
Mira no seas tan mala
dame de tu cocada.

¿No me das? ¡No, no, no!
Anda sí ¡Oh, que no!
Dame y te traigo flores.
¡Ten corazón!