Iba una vieja carreta por la huella serpenteando, y el boyero picaneando despertaba a un buey maseta. (Perezoso...) Y en la noche que sombreaba el camino polvoriento, llegó a su oído un lamento que desde lejos se alzaba. (Silbando...) Paró el boyero intranquilo, la carreta pesadona, y con voz dulce y tristona oyó cantar este estilo. Fue un día de madrugada; volvía de arrear hacienda y me encontré que la prienda del rancho se había fugado... Desde entonces busco al ñudo matar mis penas con caña, porque el ricuerdo me araña y ando siempre lastimao... (Huella buey...) Al fin siguió por la huella el boyero condolido, sin saber que había tenido del cantor la misma estrella (La, lala, ra...) Y al llegar de mañanita halló su rancho desierto y en su fatal desconcierto, sollozó esta vidalita. Aunque te hayas ido, vidalita, para nunca verme. Jamás al olvido, vidalita, mi venganza duerme. Por más que te escondas, vidalita, por las serranías. Estas penas hondas, vidalita, pagarás un día.