El suburbio rante la vio florecer entre los piropos del garabitaje, y así entre suspiros la flor del reaje una tarde de esas se sintió mujer. Un muchacho humilde y trabajador le volcó un chamuyo bajito y galante, y con el milagro de una consonante brotó una armoniosa milonga de amor. La biaba de un beso les pintó el paisaje, de su porvenir, bajo las tranquilas estrellas del barrio, se enhebró un rosario con cuentas de amor. Tejiendo un idilio, forjando un romance, la tierna pareja un cielo soñó. La biaba de un beso después de arrullarlos les dio su dolor. Ni fue la ganzúa, ni fue el palanquín de un taura malevo que la pretendía, lo que abrió a la piba del que la quería sino fue un trabajo miserable y ruin. Pero cuando talla fuerte el corazón inútil es toda la treta que se use, la piedra, si es fina, brillando se luce y triunfa el cariño si encuentra ilusión.