Creo que ya sé cómo pasó, una varita te tocó y el don nació después. ¡Vos hacés la rosa y el jazmín con sólo levantar el arco del violín! Este es un "chamuyo" entre los dos, porque te das y porque sos doliente y fraternal. ¡Vos me comprendés porque sabés desangrarte y después otra vez empezar! Me envuelve con un tul la nota azul de tu violín; me vuelve inmaterial y siento igual tu mundo afín. Dejá que versifique mi emoción, que explique la razón de tu latir. ¡No ves, hermano Enrique, que hay que andar tratando de volar para vivir! No dejes de tocar, dejame entrar en tu festín, marea como el ron el corazón de tu violín. Vení, que nuevamente hay que ensayar, subite al trampolín. ¡Y hablame en ese idioma mientras vuelan las palomas junto a tu violín!