El domingo pasado trepaba las colinas averiguando un mundo que ha rodeado la ciudad de bosques de eucaliptos de pinos y de encinas de verde sobre verde sol y viento matinal. La cosa es que me andaba por respirar de esta vida que desde tiempos olvidados habitan un lugar donde se enseñorean las distancias donde la vista puede ir a donde quiera ya no hay tanto que mirar. Si me enamoro en este bosque ¿te imaginas? si el mundo al fin de cuentas me guardara un tiempo así pudiera imaginarme que las cosas que me quita me las sabrá devolver algún domingo junto a ti. Tomado de tu mano podría atrapar la llovizna o al sol que en el arroyo en las tardes se deja ver si tu quieres besarme pues te beso yo y se quita la ligera sensación de que hubo besos sin querer. Un domingo en el bosque por la tarde se camina y se visitan lugares donde puede ocurrir que las sombras de los árboles jugaran con la vista y quisiera refugiarme en el aroma de tu piel. Y atardecer contigo y el viento en tus cabellos y el frágil de tu cuello tan fácil de acariciar tus valles y tus montes, tus vueltas, tus senderos los cubriría de luz bajo este sol ornamental. El domingo pasado al ir trepando las colinas por averiguar un mundo que ha rodeado la ciudad pensaba en ti y los árboles jugaban con las vistas de verde sobre verde, sol y viento matinal. Si me enamoro más del eco de tu risa y si el mundo a fin de cuentas me ha guardado un tiempo así, donde anda la promesa que las cosas que me quita me las sabrá devolver otros domingos junto a ti.