Amanece y has pasado la noche sentado medio sopa entre lloros, gemidos y lamentos casi inaudibles pero muy molestos. Y en boca de todos las mismas frases desgastadas: descanse en paz, era un gran tipo, joder, no somos nada. Bostezos, ojeras legañas, boqueras y mucha rabia por no haber pillado ni un pellizquito de la herencia. En el velatorio todos están despiertos, pero a nadie le quedan ganas ya de seguir llorando al muerto. En el tanatorio todos están tristes. En la funeraria nadie cuenta chistes. Menos yo que no estoy triste, sino todo lo contrario porque me han subido el sueldo por lucirme amortajando. El cuñado abraza a la abuela y se ofrece a pagar a las plañideras. Los hijos comentan en corrillo: menudo pelota, el tío. Una meadita, lavarse la cara, rehacer el nudo de la corbata. Megafonía, último aviso. Recojan el puesto que ya es de día. Calienta motores la incineradora y el servicio de limpieza empapa sus fregonas. Se largan en cortejo los enlutados y entramos muy contentos los empleados. En el tanatorio todos están tristes. En la funeraria nadie cuenta chistes. Menos yo que no estoy triste, sino todo lo contrario porque me han subido el sueldo por lucirme amortajando.