Aquí yace una pobre mujer que se murió de cansada. En su vida no pudo tener jamás las manos cruzadas. De este valle de trapo y jabón me voy como he venido, sin más suerte que la obligación, más pago que el olvido. Aleluya, me mudo a un hogar donde nada se vuelve a ensuciar. Nadie me pedirá de comer en mi última morada no tendré que planchar ni coser como condenada. Cantan ángeles alrededor de la eterna fregona y le cambian el repasador por una corona. No lloréis a esta pobre mujer porque se encamina a un hogar donde no hay que barrer, donde no hay cocina. Aleluya esta pobre mujer bienaventurada, ya no tiene más nada que hacer y ya no hace nada.