Cuando te dejé en tu casa, Oscura estaba la noche y no había viento, Solo un árbol en la niebla, Parecía un barco perdido y muy lento. Tomé mi armónica vieja, Sonaba el eco en las calles vacías, De lejos llegó un lamento, Como un grito sin aliento, de agonía. Quise acortar el camino, Cruzando por un enorme descampado, Sonó otra vez el gemido, más cerca, Y en la espalda un frío helado. Y perdí, Lo que tengo de serio. Y me vi, En medio de un cementerio. Y en ese momento, Comencé a temblar, Cruzando la niebla Los podía ver llegar. Somos los murgueros, que volvemos Desde abajo de la tierra. Somos los murgueros, que volvemos Para denunciar miserias. Después de escapar gritando, Dejar atrás el espanto no muy lejos, Corriendo me subi a un bondi Que aunque en la noche no iba repleto. Todo el mundo cabizbajo, Con sobretodos oscuros y chambergos, Parecían todos dormidos, Y nadie emitía sonido en el silencio. Y la ví, Era una lentejuela. Y sentí, Se cerraban las puertas. Y todo el pasaje, Me miró del interior, Y dándose vuelta, Me gritaba el conductor. Somos los murgueros, que volvemos Desde abajo de la tierra. Somos los murgueros, que volvemos Para denunciar miserias. Llegué loco y transpirado, Pensé debo haber tenido mucha fiebre. Sin ruido y con ciudado Entré para que la abuela no despierte. Le abrí a la vieja el guindado Tomé lo que quedaba de aguardiente. Y lo oí, Ese ruido en su pieza. Y la ví, Cuando se abrió la puerta. Y aunque era mi abuela, Yo no tenía reacción, Cruzando el pasillo, Sacudía el camisón. Somos los murgueros, que volvemos Desde abajo de la tierra. Somos los murgueros, que volvemos Para denunciar miserias.