Te oí decir..adiós, adiós... Cerré los ojos y oculté el dolor... Sentí tus pasos cruzando la tarde y no te atajaron mis manos cobardes. Mi corazón, lloró de amor y en el silencio resonó tu voz, tu voz querida, lejana y perdida, tu voz que era mía... tu pálida voz. En las noches desoladas, que sacude el viento, brillan las estrellas frías del remordimiento y me engaño que habrás de volver otra vez desatando el olvido y el tiempo. Siento que tus pasos vuelven por la senda amiga. Oigo que me nombras llena de mortal fatiga, para qué si ya sé que es inútil mi afán, nunca... nunca... vendrás. Te vi partir, dijiste adiós, temblé de angustia y oculté mi dolor. Después, pensando que no volverías traté de alcanzarte y ya no eras mía. Mi corazón, sangró de amor, y en el recuerdo resonó tu voz... tu voz querida, lejana y perdida, tu voz aterida, tu pálida voz.