Son las doce de la noche, apagaron la fogata que encendieron los purretes porque ser noche de San Juan. Ha quedado un rescoldito que hace una llamita a gatas que los vientos del pasado, con dolor, la cubrirán. Hace un frío de la madona para andar a la intemperie bate muyo un vigilante maldiciendo en la estación. A lo lejos ladra un perro y otro contesta distante como ronda que pasaba de un botón a otro botón. Iluminan las luces una cantina y da paso a dos curdelas que allá abrazados se van. Yo voy solo por la enladrillada acera con un tango a flor de labios, un rechifle en la sesera, el rechifle que me obliga a encontrar mi soledad. Un muchacho del Abasto toma el último tranvía y se larga para el centro a correr el espinel. En el viaje se ilusiona con problemas de avería, con cotorros orientales, con mujer muy noble y fiel. Batallar entre malevos, malandrines y matones a engrosar la caravana de bacanes de café. A contar rantes historias de templados corazones o el amor en una carta, si se juega una mujer.