Te declaraste Milonga fina cuando dejaste el arrabal, el traje mishio de percalina y la puntilla del delantal. El moño rojo, que te ponías, tan paradito... tan coquetón... y aquello mozos que te traías cuando salías a patacón. Yo no lucís tu silueta de pebeta de arrabal y dejaste la querencia, pobrecita, por tu mal. Ya no pasás tentadora camino del almacén, y un pobre mozo te llora solamente por tu bien. Ya no te ronda la mishiadura hoy por las calles triunfás pasá. Con un poquito más de amargura que con tu risa disimulás. Para engrupirte, para olvidarte, por todo aquello que ya pasó. Y aquel mocito que por llorarte, un día triste, pobre murió. Te declaraste Milonga fina cuando te fuiste con aquel gil, que te engrupía con cocaína y te llevaba al Armenonvil, donde al compás de un tango canero, ibas perdiendo la realidad, y los chamuyos de un milonguero te pervirtieron, con su maldad.