Trotando viene la noche por negras huellas de sueño. La luna, corre que corre, fatiga los bueyes cansados y lerdos... Con el borrón de su ausencia se está manchando en silencio... y están llorando las ruedas que van camino del Tucumán... ¡No hay que apurarse, barcino!... Vamos despacio, nomás... Total, andar es mi sino y el destino es una meta que ya tengo en la carreta... No hay que apurarse, barcino, que su percal ya no está... Si ella se fue como vino, sombra triste en el camino que cortó mi soledad... Blanca de muerte su cara, estaba amarga de fría... Se la llevaron al alba, cruzada en mi overo, camino del día... Yo me quedé con sus trenzas y ella llevó mi recuerdo para que grite en las huellas, que van camino del Tucumán...