Qué te importa lo que piensen las que charlan envidiosas, que te importa si te siguen las miradas más celosas. ¡Ay mimosa! Qué te importa que la gente se haga cruces y comente si me das tu corazón. Date cuenta que en el abril de tu boca se está incendiando ambiciosa la rosa de mi pasión. Mimosa, por qué tu inútil empeño de hacerme sufrir así. Si hasta despierto te sueño y soñando ser tu dueño me duermo pensando en ti. ¡Ay, mimosa! Quisiera darte mi abrigo, quisiera hacerte feliz. Por eso, al cielo le pido, quiera Dios darte el castigo que te enamores de mí. Si es que tengo la fortuna de tu amor de miel y rosa, nunca, nunca habrá ninguna más amada, más hermosa. ¡Ay mimosa! si en tus labios tan perversos prendería con mis versos el más rojo madrigal. Y tu beso, lo llevaría en mi vida como una flor escondida que halló en mi pecho su ojal.