Criollita, decí que sí, que ya no alumbra el lucero, porque tus ojos que quiero ya no brillan para mí. Un pedacito de cielo es mi dicha y es mi antojo, y yo guardo escondido como un tesoro querido el mechoncito de pelo que me ha amarrado a tus ojos. Criollita, no digas nada si al viento doy mi lamento, que la amargura que siento está en mi pecho clavada. Una florcita me diste y un beso yo te robé, y nunca sabrás, chinita, todo el daño que me hiciste con el besito robado que aquella tarde perdiste. Criollita, decí que no, que de tormento me muero, porque tu boca que anhelo todo su fuego me dio. Dos angustias voy teniendo enredadas en mi pecho y voy llevando maltrecho las penas que estoy sufriendo, que si tu desdén me mata tu amor me va consumiendo.