Sos de Chiclana, no hay nada que hacer, tu pedigré es del más puro arrabal; hermana entera sos de aquella Ester a quien los hombres trataron tan mal. Mas si la otra cayó su almita quedó prendida al percal; vos, en cambio, sos feliz, gastás petigrís y vas al pigal. Pero hay algo en vos, bajo tu gran tren, que grita "¡Chiclana!" a cuantos te ven. Hoy supe que a París te vas con un mishé y, con tu gigoló, cuánto nos alegramos... Hacés muy bien: aquí, todo acabó; hoy te dice tu puerta "entrarás sólo muerta". Hoy salió el sol para aquel pobre hogar que osastes enlutar, hoy los tuyos no lloran. Desde París, esta oración oirás: "Señor, qué sea feliz y que no vuelva a amar". Cuando desfiles allá, por Longchamp, la muchachada de aquí dirá al ver tu linda estampa: "¡Milonga pur sang!" Es tu Chiclana, no hay nada que hacer... Y tu galope triunfal dejará el tendal, allá como acá; y tu vieja, en un rincón, alguna oración por vos rezará. Pero hay algo en vos, bajo tu gran tren, que grita "¡Chiclana!" a cuantos te ven.