Campaneo a mi catrera y la encuentro desolada. Sólo tengo de recuerdo el cuadrito que está ahí, pilchas viejas, una flores y mi alma atormentada... Eso es todo lo que queda desde que se fue de aquí. Una tarde más tristona que la pena que me aqueja arregló su bagayito y amurado me dejó. No le dije una palabra, ni un reproche, ni una queja... La miré que se alejaba y pensé: ¡Todo acabó! ¡Si me viera! ¡Estoy tan viejo! ¡Tengo blanca la cabeza! ¿Será acaso la tristeza de mi negra soledad? Debe ser, porque me cruzan tan fuleros berretines que voy por los cafetines a buscar felicidad. Bulincito que conoces mis amargas desventuras, no te extrañe que hable solo. ¡Que es tan grande mi dolor! Si me faltan sus caricias, sus consuelos, sus ternuras, ¿qué me quedará a mis años, si mi vida está en su amor? ¡Cuántas noches voy vagando angustiado, silencioso recordando mi pasado, con mi amiga la ilusión!... Voy en curda... No lo niego que será muy vergonzoso, ¡pero llevo más en curda a mi pobre corazón!