El cigarrillo me quemó los dedos, el ruego inútil se quebró en mi voz, y en esa esquina de los sueños muertos quedamos solos tu recuerdo y yo. Dolor de noches que se hicieron largas, rigor de encono que negó el perdon. Después la fiebre de apuar sin pausa, la copa amarga que sirvió tu adiós. Noches largas... amansando esta nostalgia que me acosa y que me niega la esperanza de olvidar... Cruz pesada... de esta espera larga y van con recuerdos y fantasmas que te nombran al pasar... Y esta pena, y este afán que te reclama, ni tu nombre que en mis labios es consuelo y es rigor. Noches largas... zarandeado en la borrasca de dolor y de abandono que tu olvido desató.