Rodaban las doce campanadas del reloj Hasta el fondo de mi corazón Iba hecho un niño vestido de fiesta Y repiqueteando por el alegrón Pensé en la sorpresa que al volver al nido Mucho más temprano le daría yo Pero cuando a la puerta me acerqué de pronto Tras un calosfrío mi sangre se heló Hermano Que cuadro, a mi pobre vista, se le presentó Mi dulce monjita, como la llamaba Mi ídolo santo, mi gloria, mi fe Estaba en los brazos de un tipo de apache De mirada torva y aspecto feroz Se me escapó un grito que fue un alarido Empujé la puerta hasta que cedió Pero cuando a la puerta Me acerqué de pronto Tras un calosfrío mi sangre se heló Hermano Fue entonces que se cortó el ritmo de mi corazón Caían muy tensas Las seis campanadas del reloj Cansinas; cuando volví en mi A mi lado estaba la dulce monjita Musitando algo que no comprendí Pensé ha sido un sueño Lleno de fantasmas Que por poco me hace perder la razón Pero casi al punto oí que sus labios Muy tímidamente pedían perdón Hermano Qué angustia Y nuevo derrumbe mi alma sintió Después, mansamente Como sin enojos Yo le dije: Andáte, y ella se marchó Llorando y pidiendo que la perdonara Pero siempre manso yo le dije: ¡no! En secreto, hermano, la sigo queriendo Y sufro más que antes, porque en mi ilusión Guardo los pedazos del ídolo roto En el rojo estuche de mi corazón ¡Bebamos, hermano! El whisky marea y ahuyenta el dolor