Tú estás en el portal, apenas has nacido. Caminas hacia el mar y, cuando llegas, tienes el pelo blanco y la mirada torpe. Desde a costa se ven las tejas rojas de la casa. Si quieres regresar, ya no es posible; a medida que avanzas se borran los caminos. Tu camisa de niño aún está húmeda y veleta de abril en el cordel indica para siempre la dirección del viento. Qué gastadas las uñas, qué frágil la memoria, qué viejo tu zapato por la arena.