Como un caracol dentro de una flor, como un surtidor en el valle, como un resplandor en el corredor de un nuevo volcán en la Luna. Con la absolución del que ya pecó por la comunión con la vida, con la redención de este cazador que dejó escapar a su presa. Con todas las posibles condiciones de quien se sabe solo en la batalla, con la certeza de quien piensa que es espuma, abandonado en una playa. Ha pasado la vida en raudo vuelo, se desprende la última hoja de aquel árbol que juntos plantamos, se deshace el castillo de arena que soñamos imperecedero, y llegas tú... Llegas tú. Te he esperado tanto, amor, en los tiempos, se rompió la fuente y he cruzado el puente; te he esperado tanto, sí, que hay musgo en los pasos y mi equipaje viejo no escuchó consejo. Te he esperado tanto que es como si el monte evocara el canto triste del sinsonte; te he esperado tanto, gaviota extraviada que regresas cansada con más tiempo en la mirada. Te he esperado tanto que en los hondos mares se hizo cristalina la perla marina; te he esperado tanto, tanto que confieso no reconocerte, vaya, vaya con mi suerte; te he esperado tanto, sí, que no sé si darte hoy una bienvenida o una despedida... de esperarte tanto.