Secundido barbosa era mi amigo. Cuando nací, ya estaba de pión en casa; Y dejé de gatiar pa dir prendido De su modesto chiripá de apala. Supe ser, de gurí, flor de cargoso. No tenía prienda que me conformara, Y ái andaba quindín, qu'era su apodo, Pescándome la luna en las cañadas. Lo tengo bien patente en el ricuerdo De la noche'el asalto de la estancia; Fortín de piedras que melló en sus tiempos Mucho malón filoso de l'indiada. Tata'bía acantonao, pa'defenderse, Su personal de crédito en las casas; Y mama, como encinta de la muerte, Pasiaba un delantal preñao de balas. Yo dentré a tener miedo, pero en esas, Al rejucilo anaranjao di un arma, Lo ví' a quindín barbosa hecho una fiera, Meta trabuco al lao de mi ventana. Y el miedo se me jué; m'entró sueñera, Y al bárbaro arrorró de las descargas, Clavé el pico y soñé la noche entera, Que aquel gaucho era'l angel de la guarda. Pasó lerdiando el tiempo, que's el modo Que tiene de pasar por la campaña, Y en mi amigo hallé un máistro que gustoso Me diba rasquetiando l'inorancia. M'enseñó a hacer trencitas y retobos, Y enriedao en los tientos y las pláticas, Me dio el secreto 'e la virtud del criollo, Que es ser juerte y sobao, como las guascas. Y era de comedido y bondadoso... De recorrer el campo siempre tráiba P'al "patroncito", un aperiá o un zorro, O algún pichón de tero o de calandria. Nunca más viá olvidar la tarde aquella Cuando él jué a racionar la caballada, Y yo, atado al tilín de sus espuelas, Me arrimé a pirichar cómo lidiaba. Rellenó un imbornal pal doradiyo, Que'ra un diablo importao, orgullo e'tata, Idioso el condenao y decidido Pa'distribuir los dientes y las patas! Ni me le había arrimao, cuando ví el brillo De sus ojos salvajes, odio en llamas, Me abrasó la clinera; los colmillos Rajaron como un trapo la distancia. Sentí un derrumbe y me asombró el padrillo Pataliando en el suelo entre boquiadas, Mientras el puño alzao de secundino Era un ñudo en la lonja de la guacha. Y ái tiene, ¿ve?, por eso jué el despido. El puro había costao su güena plata, Y el hombre no explicó lo sucedido, Porque quedaba mal que lo explicara. Salió del escritorio como ido... Ya estaba en el palenque'l malacara Y se puso a ensillarlo dispacito, Como quien gusta revisar las garras... Dispués armó un cigarro; en rudo mimo Me palmió la cabeza; la mirada Se l'enllenó de estrellas... dio un suspiro, Y se secó la frente con la manga. Ganao por un apuro repentino, Hizo caracoliar al malacara, Y agarró por la güeya al trotecito... Yo, recién compriendí lo que pasaba, Y no sabía qué hacer ¡era tan chico! La pena m'hizo un ñudo en la garganta Que redepente desaté en un grito; El sol voltió a mi lao la sombra e'tata: ¡se va, tatita, se me va'l amigo! ¿quién va'pescar mi luna en las cañadas, Cuando el viento cerrero traiga arisco Sus tropillas de miedo hasta mi almohada? Y desfleque el chilcal los alaridos Del lobizón, y tiemble la perrada. No va'star el trabuco'e secundino Como un sol de coraje en mi ventana. Jué pa'salvarme que mató al padrillo! Me jué a morder y el l'abajó la guacha! Como él dijo dispués: "estaba escrito..." ¿me lo va'echar? ¿al angel de la guardia? Tata era un hombre güeno, compriensivo, Le dolió aquello, ¿sabe? sin palabras Salió hasta la tranquera; dio un chillido, Y sofrenó el bagual el secundino Con un tirón que lo sentó en las patas! Corrió pa'regresar, eco 'e cariño Recogiendo el largor de la llamada... "mande, patrón... --quedate, secundino, El gurí no quiere que te vayas.